Es cuando te miro y observo que me parece que la sangre me mana: que la tierra se abre y me absorbe hacia sí y me aplasta el pecho y hace que me reviente el corazón. Y entonces la sangre me mana.
Es cuando me bebo tu saliva que me parece que se me deshace la lengua: que soy un náufrago sin agua y la sed ahuyenta mi raciocinio y así bebo del mar salado. Y entonces se me deshace la lengua.
Es cuando me penetras que me parece que me explota la garganta: que no hay mundo más allá de la órbita de la cama y que ésta vibra hasta que se corren mis entrañas. Y entonces me explota la garganta.
Es cuando no te tengo que me parece que pierdo el norte: que el cielo me acoge y me sacude y me metamorfoseo en nube gris cargada de lluvia y llevada por el viento. Y entonces pierdo el norte.
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