Había llorado tantas lágrimas como himenes se habían roto en el mundo.
Su propio rumor lacerante alteró, bruscamente, su ensayado sosiego.
Su penitencia, hasta el momento acallada, rugió.
En efecto, de tanto afligirse también el Silencio la había abandonado.
Su propio rumor lacerante alteró, bruscamente, su ensayado sosiego.
Su penitencia, hasta el momento acallada, rugió.
En efecto, de tanto afligirse también el Silencio la había abandonado.
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