PIENSA EN VERDE

martes, 11 de enero de 2011

Lapso



El tiempo…

Siempre tras el niño que todo lo ríe va 
el adolescente que todo lo quiere, 
el joven que cree que todo lo puede y 
el adulto que todo pretende controlar.
Y todo para convertirte en un fantasma (tal vez 

libre) que todo lo verá.

En aquél tiempo…

Siempre el grito que nadie escuchaba
y el sollozo que todo lo decía sin apenas hablar.

Siempre esa lluvia que no parecía mojarme
y el trueno que no conseguía asustarme
y la nube repentina que todo lo cubría de ennegrecida soledad.
Siempre la amistad que se confundía.
Siempre el amor que no sabía de redaños
y que no sabía al de verdad:
siempre el sexo que no entendía
de límites, de dulzura, de caricias…
ni de aquellos escurridizos “te volveré a llamar”.


Y es que siempre la botella que nunca se acababa
y el cigarro que nunca me terminaba de saciar.

Igual que siempre. Y siempre igual.

En este tiempo…

Siempre los ánimos y la lucha van a la par,
y los actos y los versos ya no llevan antifaz.
Porque la vida se ha contorneado
y a mí siempre me gustó deambular.
Y siempre atesoro el folio en el que nunca escribo,
y la tinta que tal vez ni mañana usaré
y también las rimas, que escondo en la manga,
por si las ya escritas se empapan con una taza de café.


Pero sigue siempre...

la cama que no me acurruca
y las sábanas que aún no huelen a él
y los sueños vacíos, que también tuve ayer.

Y el volteo de ojos hacia el tramo del camino que ya no está por recorrer.
Y la luz de la luna cantándome nanas a cada anochecer,
porque aunque el tiempo ha ido pasando
siento que mi cuna nunca se ha dejado de mecer.

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