El tiempo…
Siempre tras el niño que todo lo ríe va
el adolescente que todo lo quiere,
el joven que cree que todo lo puede y
el adulto que todo pretende controlar.
Y todo para convertirte en un fantasma (tal vez
libre) que todo lo verá.
el adolescente que todo lo quiere,
el joven que cree que todo lo puede y
el adulto que todo pretende controlar.
Y todo para convertirte en un fantasma (tal vez
libre) que todo lo verá.
En aquél tiempo…
Siempre el grito que nadie escuchaba
y el sollozo que todo lo decía sin apenas hablar.
Siempre esa lluvia que no parecía mojarme
y el trueno que no conseguía asustarme
y la nube repentina que todo lo cubría de ennegrecida soledad.
Siempre la amistad que se confundía.
Siempre el amor que no sabía de redaños
y que no sabía al de verdad:
siempre el sexo que no entendía
de límites, de dulzura, de caricias…
ni de aquellos escurridizos “te volveré a llamar”.
Y es que siempre la botella que nunca se acababa
y el cigarro que nunca me terminaba de saciar.
Igual que siempre. Y siempre igual.
En este tiempo…
Siempre los ánimos y la lucha van a la par,
y los actos y los versos ya no llevan antifaz.
Porque la vida se ha contorneado
y a mí siempre me gustó deambular.
Y siempre atesoro el folio en el que nunca escribo,
y la tinta que tal vez ni mañana usaré
y también las rimas, que escondo en la manga,
por si las ya escritas se empapan con una taza de café.
y la tinta que tal vez ni mañana usaré
y también las rimas, que escondo en la manga,
por si las ya escritas se empapan con una taza de café.
Pero sigue siempre...
la cama que no me acurruca
y las sábanas que aún no huelen a él
y los sueños vacíos, que también tuve ayer.
Y el volteo de ojos hacia el tramo del camino que ya no está por recorrer.
Y la luz de la luna cantándome nanas a cada anochecer,
porque aunque el tiempo ha ido pasando
siento que mi cuna nunca se ha dejado de mecer.
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